La encíclica nos acerca a la sabiduría de los relatos bíblicos y la necesidad de vivir en armonía con todos los seres vivos del planeta, por otro lado, tenemos la necesidad de cuidar el destino del mundo y la naturaleza.	Nuestra casa común tal y como la conocemos es nuestro planeta, que ha sufrido mucho daño, porque nosotros lo tratamos con tanta crueldad, como si tuviéramos tanto poder sobre él.
Con el tiempo, nuestras generaciones ignoran los problemas ambientales y no los toman en serio, a pesar de que nuestras propias acciones han causado este problema.	La tierra es un regalo hermosísimo que Dios nos ha dado para protegerla y cuidarla, aun así, él no es nuestro, es donde vivimos, y cada persona ha crecido.
Este planeta no solo está sufriendo, sino que hay animales que no pueden protegerse, abre los ojos, todos nos estamos muriendo y aún hay tiempo de cambiar las cosas y salvarnos.	Lo que podemos hacer es que las nuevas generaciones se pregunten, ¿estoy haciendo lo correcto con el planeta? ¿Estás haciendo algo bueno por él? Motivémoslos más, enseñémosles desde pequeños la importancia de cuidar el planeta y cuál es nuestro objetivo aquí.

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