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En la sección dos de la parte cuatro del Tratado Hume centra su atención en indagar “qué causas nos inducen a creer en la existencia de los cuerpos” . De aquí surgen dos cuestiones fundamentales en el análisis de las causas: ¿Por qué atribuimos una existencia continua a los objetos cuando estos no están presentes en nuestros sentidos?, y ¿por qué les atribuimos una existencia distinta a la de la mente y las percepciones?
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En la sección dos de la parte cuatro del Tratado Hume centra su atención en indagar “qué causas nos inducen a creer en la existencia de los cuerpos” . De aquí surgen dos cuestiones fundamentales en el análisis de las causas: ¿Por qué atribuimos una existencia continua a los objetos cuando estos no están presentes en nuestros sentidos?, y ¿por qué les atribuimos una existencia distinta a la de la mente y las percepciones?
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(ambos problemas se encuentran íntimamente relacionados, puesto que aceptar la existencia continua de los objetos cuando no los percibimos implica su existencia de manera independiente a nuestra mente y percepciones, y viceversa). Pregunta que sigue: ¿El origen de estas creencias será engendrado por los sentidos, la razón o la imaginación?
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(ambos problemas se encuentran íntimamente relacionados, puesto que aceptar la existencia continua de los objetos cuando no los percibimos implica su existencia de manera independiente a nuestra mente y percepciones, y viceversa). Pregunta que sigue: ¿El origen de estas creencias será engendrado por los sentidos, la razón o la imaginación?
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En referencia a los sentidos, “son incapaces de engendrar la noción de existencia continua de sus objetos cuando éstos dejan de manifestarse. Ello sería, en efecto, una contradicción en los términos, y supondría que los sentidos continúan actuando aun después de haber cesado por completo de actuar” . Los sentidos nos transmiten simples percepciones; por consecuencia, la idea de una existencia continua o distinta de aquello que se percibe no podrá ser engendrada solo por ellos “a menos que lo haga mediante alguna inferencia de la razón o la imaginación” . La razón tampoco será suficiente ni dará seguridad alguna para inferir la creencia en la existencia continua y distinta: “De hecho,
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En referencia a los sentidos, “son incapaces de engendrar la noción de existencia continua de sus objetos cuando éstos dejan de manifestarse. Ello sería, en efecto, una contradicción en los términos, y supondría que los sentidos continúan actuando aun después de haber cesado por completo de actuar” . Los sentidos nos transmiten simples percepciones; por consecuencia, la idea de una existencia continua o distinta de aquello que se percibe no podrá ser engendrada solo por ellos “a menos que lo haga mediante alguna inferencia de la razón o la imaginación” . La razón tampoco será suficiente ni dará seguridad alguna para inferir la creencia en la existencia continua y distinta: “De hecho,
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